HERIDAS INVISIBLES

Cuántas frases nos instan a olvidar un pasado que ya no existe ¿verdad? Frases como:

 “Que gran error es arruinar el presente recordando un pasado que ya no tiene futuro” o “Lo que pasó, pasó ¡No pierdas tiempo mirando hacia atrás!”, incluso el refranero español nos dice que “Agua pasada no mueve molino”.

Tantas y tantas voces que nos empujan a olvidar aquello que ocurrió y a enfocarnos en el presente o en aquello que está por venir.

Pues bien, hoy quiero darte mi punto de vista.

Quiero explicarte por qué no estoy del todo de acuerdo con esta idea. 

Por qué considero que es necesario matizar mucho estas afirmaciones para entender la capacidad que tiene nuestro pasado para influir en nuestro presente y condicionar nuestro futuro.

Para ello utilizaré un símil que leí en una publicación de la psiquiatra Anabel González que me parece muy acertado.

¿Te has hecho alguna vez una herida? Seguro que sí.

Probablemente lo primero que habrás hecho es limpiarla bien y dejarla secar al aire. De este modo poco a poco se podrá ir cerrando hasta que termine por cicatrizar. Cuando eso ocurra la cicatriz estará sí, pero te habrá dejado de doler.

Es probable que cuando la mires recuerdes que fue lo que te ocurrió, pero ya no sentirás ese dolor.

Si, por el contrario, tapas la herida y te olvidas de ella fingiendo que no existe es muy posible que termine por infectarse. Si eso ocurre corres el riesgo de sufrir problemas más graves.

Con las heridas emocionales pasa algo parecido.

Cuando un acontecimiento nos genera una emoción intensa relacionada con el dolor, la rabia, la tristeza o el miedo nos hiere por dentro.

Nos genera una herida interna, invisible a los ojos, pero que precisa de cuidados para sanar, para que pueda cicatrizar de forma adecuada.

Si no lo hacemos, si la tapamos y fingimos que nunca existió, corremos el riesgo de que se produzca un bloqueo emocional que limite y condicione tanto nuestro presente como nuestro futuro.

Es cierto que los hechos pasados no pueden cambiarse, pero nuestra percepción, la interpretación que hemos hecho de ellos si se puede modificar si se trabaja en la dirección correcta.

No se trata de regodearse, se trata de entender, de integrar esa experiencia dolorosa que no ha podido ocupar su lugar, que no hemos dejado que cicatrizara correctamente.

El trabajo del psicoterapeuta es esencial en estos casos para identificar esas creencias y esos bloqueos que condicionan nuestro estilo de pensamiento y nuestras emociones.

Para lo bueno o para lo malo somos fruto de nuestras experiencias pasadas, por eso si tienes alguna herida invisible que limite alguna parcela de tu vida no lo dudes y empieza a ocuparte de ella cuanto antes.

 

González, A. (2020). Las cicatrices no duelen. Barcelona: Ediciones Planeta